Este fin de semana he visitado el Centro de Sao Paulo y el barrio japonés Liberdade. Son barrios tan grandes, que sólo he podido conocer parte de ellos. Eso sí, me han gustado lo bastante como para volver a ver y experimentar más.

Mi primer destino del día fue el Teatro Real y el Parque de Anhangabaú. “Sube por el puente y sigue recto” me dijo un chico al que le pregunté cómo llegar allí. Dicho y hecho.

Aunque lo cierto es que no pude evitar desviarme un poco del camino para observar de cerca la majestuosa Facultad de Derecho…

Subí por la Rua 7 de abril hasta dar con la Rua C. Crispiniano. Me llamó mucho la atención ver la cantidad de pitonisas que había en la calle “adivinando” el futuro de los paulistanos. El detalle del paraguas despertó aún más mi curiosidad.

Y finalmente, llegué al Teatro Municipal.

El cuerpo pedía un poco de dulce. No pude resistirme. Di una vuelta por las calles cercanas al Teatro Municipal.

Continué con el recorrido. Regresé al Teatro Municipal, a un lado del teatro está el Parque do Anhangabaú; el parque “más europeo” de Sao Paulo, y la Praça R. de Azebedo.

El siguiente destino en el mapa era la Plaza de Sé y la Catedral. Saqué fotos por el camino.

En la foto de arriba se observa un helipuerto. Sao Paulo es la ciudad con más helipuertos del mundo. ¿Os imagináis volver a casa en helicóptero? Qué puntazo. Aquí, el que tiene, tiene…

Un bar en el centro y cabinas de Telefónica en la calle.

Y tras entretenerme un poco más de la cuenta callejeando, finalmente llegué a la Catedral Metropolitana, una de la catedrales góticas más grandes del mundo. Fue construida entre 1913-1967 e inaugurada sin sus dos torres en 1954.

La Praça de Sé es una de las plazas más famosas del centro de Sao Paulo. A pesar de la belleza de la catedral y el parque, es desgarrador ver tanto “sin techo” tirado en la calle, con heridas en el cuerpo y la mirada perdida. A algunas zonas del centro de Sao Paulo se les conoce como “Cracolandia” por el elevado número de consumidores de Crack que residen en el área.

Me emocioné de ver que en medio del abandono y de los semblantes sombríos de los “sin techo” de la zona, un valiente pastor predicaba con pasión la Palabra de Dios e irradiaba luz celestial a los corazones que la escuchaban.

Era hora de visitar Liberdade, el barrio japonés de Sao Paulo.

La forma más fácil de llegar al barrio es yendo en Metro y bajándose en la Estación Liberdade, que está en la Plaza Liberdade. También hay otra parada de metro que lleva al barrio: São Joaquim.

Yo fui caminando desde la Catedral Metropolitana, que queda a pocas calles del barrio. Lo primero que percibe uno al llegar a Liberdade, son las lámparas rojas suzuranto, típicas de Japón, que iluminan las calles.

Más de un millón y medio de habitantes, entre nativos y descendientes, componen la comunidad japonesa de la ciudad. Con el tiempo, el barrio dejó de ser exclusivamente japonés y recibió a inmigrantes coreanos y chinos. A día de hoy, la mezcla de razas es de lo más exótica. Di una vuelta por la plaza Liberdade. Había un mercadillo con tienditas y puestos de comida asiática.

El barrio Liberdade tiene cerca de 20 manzanas. Las calles que concentran los comercios y lugares más interesantes para visitar son Rua da Gloria, Conselheiro Furtado, Rua Galvão Bueno y Rua dos Estudantes. Mucha gente viene al barrio a comer comida asiática, a comprar productos especiales, a darse masajes o a visitar diversos mercadillos.

El centro de Sao Paulo me dejó muy buen sabor de boca, puede que el sushi del almuerzo tuviera algo que ver con ello. Regresé a casa a tiempo para echar una rica siesta y fantasear con mi próximo destino.

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